
Se analizan cuatro documentos (dos textos literarios y dos epígrafes), relativos al concepto de tiranía y a la imagen del tirano al mundo antiguo, que se detallan a continuación: Aristóteles (Política 1310b), Luciano de Samosata (Phalaris 1.7), Decreto ateniense en honor a Dionisio, tirano de Siracusa (368 a.C.) (Tod. 133; IHG 46), y el Decreto contra la tiranía en Atenas (337/6 a.C.) (Choix 32; IHG 67).
Fuentes literarias:
- Aristóteles (Política 1310b)
- Luciano de Samosata (Phalaris 1.7)
Fuentes epigráficas.
- Decreto ateniense en honor a Dionisio, tirano de Siracusa (368 a.C.) (Tod. 133; IHG 46)
- Decreto contra la tiranía en Atenas (337/6 a.C.) (Choix 32; IHG 67)
Con el fin de analizarlos y realizar un comentario crítico de los mismos, se plantea como paso previo la redacción de una breve aproximación al concepto de la tiranía que servirá para identificar sus principales elementos de interpretación histórica.
APROXIMACIÓN A LAS TIRANÍAS EN EL MUNDO GRECO-ROMANO
En el siglo VII y comienzos del VI a.C. surge una nueva figura política, a la que se le aplica un nombre nuevo (týrannos), desconocido hasta entonces en la lengua griega y, probablemente de procedencia oriental.
Sobre las causas de la aparición de esta nueva figura política se han postulado teorías alternativas, pero es interesante resaltar que de un modo homogéneo se observan en las diferentes póleis una serie de condiciones básicas que pudieron haber potenciado esos factores causantes y que pueden identificarse con la decadencia y transformación de los sistemas de estado aristocráticos.
Respecto a las causas o factores relacionados con la aparición de las tiranías de forma generalizada en el Peloponeso en los siglos VII y VI a.C, existen dos teorías que identifican ciertos factores operativos en la transformación de los modelos económicos que habrían podido incidir en el proceso.
La primera es la llamada teoría predoria, donde se valora la supuesta importancia del elemento predorio en la mayor parte del Peloponeso frente al elemento dorio, al que correspondería la aristocracia. La supuesta generalización de las tiranías (sólo están documentadas la de Sición, Corinto y Argos, y escasamente la de Mégara y la de Epidauro) se debió a factores comunes. Sin embargo, aunque se pueda constatar el enfrentamiento entre el elemento dorio y el predorio, el factor racial no fue determinante ya que hubo tiranías donde no se dio enfrentamiento racial alguno.
La segunda teoría es la hoplita, según la cual la introducción del armamento y las tácticas de lucha de los hoplitas habrían tenido unas importantes consecuencias sociales y políticas, favoreciendo la participación política de la masa popular. El factor hoplita, sin embargo, pudo haber incidido de otro modo en esta coyuntura. En este sentido, Tucídices señala el crecimiento económico y la circulación de la riqueza como la causa de la aparición de la tiranía, y Aristóteles se refiere a la masa y no a la clase de fortuna media como la facción enfrentada a la aristocracia. El hecho de que la conexión entre los tiranos y los hoplitas, que es un hecho, haya podido producirse de un modo diferente en cada caso, invalida esta teoría como planteamiento general.
No obstante, hay que presuponer que estos factores debieron tener una influencia indirecta y que probablemente la figura del tirano emerge como fruto de las disensiones internas de la aristocracia, teniendo en cuenta que los tiranos procedían, en su mayoría, de la aristocracia local.
ANÁLISIS DE LAS FUENTES LITERARIAS Y EPIGRÁFICAS
Las puntualizaciones que Aristóteles dedica en su Política a las tiranías arcaicas (Pol. 1310b) constituyen un tipo de aproximación que no se encuentra en la historiografía ni en ninguna otra obra conservada, si bien no sabemos hasta qué punto su visión depende de la historiografía anterior o responde a una reinterpretación de la historia primitiva en línea con las tendencias historiográficas propias del siglo IV. Las fuentes relativas a los tiranos, son escasas y poco claras. La única que no está contaminada por las tendencias historiográficas del siglo IV es Herodoto, que habla de Clístenes de Sición, de los Cipsélidas de Corinto y de Fidón de Argos.
Según Aristóteles, el tirano sale del pueblo y de la masa contra los notables, en contraposición a la figura del rey que surge para proteger a las clases acomodadas frente al pueblo. Aristóteles aporta una visión muy negativa de esta figura al afirmar que la tiranía está compuesta de las formas extremas de oligarquía y de democracia; y que por eso es la más perjudicial para los gobernados. En este sentido, cabe destacar la imagen negativa del pueblo en el mundo antiguo griego y el juego de contrarios que, en torno a las formas de gobierno encarnadas en la monarquía y la tiranía, se perciben claramente en la exposición de este autor.
El tirano griego es un mónarchos, pues asume la totalidad de los poderes y las funciones del gobierno del Estado. Aristóteles la describe como una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca[1].
Aunque el uso del término en la época arcaica está desprovisto del valor despectivo que posteriormente se le atribuye, su semejanza con la figura del rey[2], que había sido postergada en el estado aristocrático, le propicia unas connotaciones negativas, especialmente visibles con el desarrollo del pensamiento político clásico, polarizado en dos tendencias, la democrática y la oligárquica.
La tiranía se contempla como una amenaza ya que ésta figura es contraria a los modelos políticos basados en formas más o menos participativas en los poderes del estado; si bien cabe resaltar que la democracia no es característica de la época arcaica, por lo que cabría decir que la tiranía es opuesta a la isonomía. La isonomía excluye la tiranía y prefigura el concepto de democracia.
Aristóteles enumera asimismo los cauces utilizados por los tiranos para alcanzar el poder, aludiendo principalmente a la demagogia y a las oportunidades que la inestabilidad política ofreció a quienes aprovechando su posición en la oligarquía se desmarcaron de la misma[3].
Luciano de Samosata (Phalaris 1.7) afirma por otra parte que muchos pueblos aborrecen la tiranía y al tirano, sea justo o injusto, y alude a la existencia de tiranos que fueron amados por su pueblo. La imagen peyorativa de la tiranía no se corresponde a la percepción real de esta forma de gobierno en el mundo antiguo. Los tiranos surgen en contextos históricos diversos y dada la gran variedad de tiranías desde la época arcaica hasta la helenística es posible que algunos fueran amados por el pueblo, como afirma Cainzos[4]. Cabría pues plantearse la legitimidad de este tipo de regímenes, teniendo en cuenta que el concepto ha sido desigualmente interpretado en cada etapa histórica. Aristóteles aborda el concepto de legitimidad basándola en el "bien común", y no en la percepción subjetiva del binomio gobernante-gobernado. La teoría de la legitimidad en sentido político no prejuzga, sin embargo, la bondad o maldad de los diversos regímenes políticos, sino que examina, simplemente, los mecanismos de ejercicio del poder. De este modo una tiranía se consideraría legítima si el pueblo considera legítimo al tirano, salvo que medie el uso de la violencia del Estado para alcanzar tal fin. En este sentido, el Decreto ateniense en honor a Dionisio, tirano de Siracusa (368 a.C.) constituye buena prueba de lo anterior. En el mismo, la Asamblea Ateniense corona y concede la ciudadanía a un tirano. En su redacción se percibe además que, a pesar de ser una tiranía, existe un cierto espíritu o anhelo de participación política al reflejar que los acuerdos han de ser debatidos en sus instituciones. En cuanto al decreto ateniense contra la tiranía, esta inscripción fue escrita, a propuesta de Eucrates, para evitar cualquier retorno de la tiranía después de la batalla de Queronea en 338 a. C., aunque Filipo de Macedonia había prometido que garantizaría la democracia en Atenas. La batalla de Queronea se libró en el año 338 a. C. cerca de la ciudad griega de Queronea, en Beocia, entre las fuerzas de Filipo II de Macedonia y una alianza de polis griegas compuesta principalmente por Atenas y Tebas. Tras la conquista de Grecia por Filipo II de Macedonia, las ciudades perdieron su independencia, pero guardaron cierta forma de autonomía. Así, en Atenas la Boulé o Consejo del Areópago, al que se hace mención en el decreto, fue la única institución que perduró. CONCLUSIONES Los tiranos surgen en contextos históricos diversos, aunque probablemente la aparición de estas formas de gobierno no participativas se debió a factores comunes, derivados de la decadencia y transformación de los sistemas económicos y políticos propios de los estados aristocráticos. El uso del término en la época arcaica está desprovisto del valor despectivo que posteriormente se le atribuye. La esencialidad de la tiranía no residiría en la ilegitimidad de su origen, ni en la forma ilegal de dirigir la ciudad, sino en la forma absoluta de ejercer su poder[5]. La tiranía canaliza las tensiones que se producen en el proceso de consolidación de la ciudad-estado y llena el vacío de poder central de un modo transitorio pues finalmente acabará imponiéndose el arquetipo político derivado de la tradición política de estas comunidades. La isonomía prefigura el concepto de democracia al defender la igualdad de derechos civiles y políticos de los ciudadanos frente al ejercicio ilimitado del poder por parte del tirano. Aunque tradicionalmente se ha considerado la tiranía como una fase en la historia que facilitó la transición del estado aristocrático a la democracia, Stahl la define como un comportamiento ético-político de la aristocracia[6].
Bibliografía:
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[1] Bosch, A. et al, 2016, pág.63
[2] Caínzos, M. D. D., 1998, pág. 120
[3] Sierra Martín. 2014: 60.
[4] Caínzos, M. D. D., 1998, pág. 120
[5] María Victoria Escribano Paño. El vituperio del tirano, historia de un modelo ideológico. Modelos ideales y prácticas de vida en la antigüedad clásica. / Coord por Fernando Gascó de la Calle. Enma Falque Rey. 1993 ISBN 84-472-0154-6 págs 9-36
[6] Michael Stahl. Aristokraten und Tyrannen im archaischen Athen: Untersuchungen zur Überlieferung, zur Sozialstruktur und zur Entstehung des Staates. Stuttgart: Franz Steiner. 1987. Esp. 6-43
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