
Para la realización de este trabajo se ha consultado la obra Historias de Polibio, escrita durante el siglo II a.C. en la que se analizan las causas de la guerra, y las causas que desataron el segundo conflicto púnico, así como los artículos relacionados de Yu B. Tsirkim[1], Alberto Díaz Tejera[2] y Jaime Francisco Gómez de Caso Zuriaga[3].
TRATADOS ROMA - CARTAGO (509-201 a.C.)
Polibio acepta la existencia de cinco tratados entre Roma y Cartago con anterioridad a la contienda: El primero datable, según él, muy a finales de s. VI, o mejor, en la primera mitad del V. El segundo, de la segunda mitad del s. IV, probablemente. El tercero correspondería al -según Polibio- apócrifo texto transmitido por Filino cuyo articulado, en todo caso, nos ha llegado muy incompleto. El cuarto -tercero para Polibio, ya que no acepta la realidad histórica del anterior- sería el cerrado por púnicos y romanos durante la invasión de Italia por Pirro, en el 279-278 a. C. El quinto -cuarto para Polibio, el que cierra la Primera Púnica, negociado por Amilcar Barca y C. Lutacio Catulo en el 241, conocido como Paz de Lutacio; paz que se vería modificada en el 237/6 con la inclusión de la cesión de Cerdeña a Roma por parte de Cartago". Finalmente, siempre según Polibio, el último pacto establecido entre ambas potencias con anterioridad a la Segunda Guerra Púnica, sería el conocido como Tratado del Ebro'. Con posterioridad solamente se establecerá un nuevo pacto entre Roma y Cartago, el que pone fin a la II Guerra Púnica, en el 201 a. C.[4]
La crisis existente entre Roma y Cartago se basa fundamentalmente en problemas políticos y hegemónicos. Ambos estados buscan el dominio del Mediterráneo Occidental, intentando reafirmar su poder sobre el otro. Evidentemente ambos Estados persiguen el dominio de un espacio de riquezas o redes comerciales, pero son los factores políticos los que determinan en primera instancia el problema entre Roma y Cartago, que buscan mediante tratados diplomáticos y conflictos bélicos reafirmar su poder sobre el otro.
Los intereses políticos y económicos se perciben con claridad desde los primeros tratados diplomáticos en las relaciones entre Roma y Cartago. En el 509 a.C. se establece un acuerdo entre ambos estados, donde se prohíbe a los romanos y a sus aliados navegar más allá del Promontorio Bello, siendo vedada la navegación romana en el territorio cartaginés. En el año 348 a.C., el tratado se renueva con términos más favorables a Cartago; se excluye a los romanos de Libia y Cerdeña y de la porción occidental del Mediterráneo del golfo de Túnez en la parte africana y Cartagena en la europea.
Los intereses que mueven a Cartago son más bien de carácter económico, pues dominar las costas del Mediterráneo occidental le permite dominar el comercio, por lo cual, desplazar a Roma representa una ventaja para la consecución de dichos objetivos. En el caso de Roma su política iba destinada al objetivo de ser la única potencia hegemónica del Mediterráneo occidental; por lo que un estado cartaginés fuerte representaba una amenaza para sus intereses.
El conflicto nace a partir de los intereses expansionistas entre Roma y Cartago, y los conflictos existentes en torno al statu quo para proteger sus territorios. En este sentido, el caso de Magna Grecia resulta clave para comprender el conflicto político entre ambos Estados, ya que el problema que se desarrolla en la isla de Sicilia constituye la primera gran crisis en sus relaciones internacionales.
Tras el tratado de Lutacio, que puso fin a la Primera Guerra Púnica, Roma y Cartago inician una nueva etapa de fortalecimiento y expansión territorial, lo que genera una escalada de tensiones en sus relaciones internacionales, afectando a un conjunto de actores secundarios, que coexisten en este sistema bipolar representado por Roma y Cartago, e influyen de manera directa o indirecta en la toma de decisiones políticas e intereses de ambas potencias.
La Segunda Guerra Púnica se produce a causa de las consecuencias de la primera guerra, en la que Roma logra imponer su hegemonía, arrebatando a los cartagineses territorios y recursos estratégicos. El resultado de la contienda y el peso del tratado firmado entre ambos contendientes precipitan a Cartago a iniciar una serie de operaciones militares en Hispania con el objeto de controlar sus riquezas y recuperar el equilibrio de poder con Roma. La estrategia cartaginesa chocó frontalmente con la política expansionista de Roma.
En este sentido, el origen de la Segunda Guerra Púnica se comprende a partir de los intereses expansionistas entre Roma y Cartago, y los conflictos existentes en torno al statu quo instaurado por los tratados firmados entre ambos actores. Su causa radica en problemas políticos y hegemónicos, además de comprender factores de índole económica o socio-cultural. Sagunto, fue el pretexto para frenar la expansión cartaginesa, debilitar el control de Cartago sobre Hispania y consolidar, en definitiva, el dominio y poderío romano en el Mediterráneo.
Todos estos tratados forman parte, en definitiva, de un proceso de lucha de poder, con independencia de que hayan surgido en tiempos de paz o como resultado de una contienda militar, en la que ambos actores perseguían no sólo preservar su seguridad y supervivencia sino imponer su hegemonía en el escenario internacional. La lucha por esta hegemonía concluirá con la última de las Guerras Púnicas con la destrucción de Cartago y el dominio universal de Roma.
Bibliografía
Polibio, Historia de Roma, traducción de José Mª Candau Morón, Alianza Editorial (Biblioteca temática - Clásicos de Grecia y Roma, 8298), Madrid, 2008, pp. 257-263 (sin notas).
Polibio, Historias, Libros V-XV, traducción de Manuel Balasch Recort, Editorial Gredos (Biblioteca Clásica Gredos, 43), Madrid, 2008, pp. 579-581 (sin notas).
Artículos relacionados:
Yu B. Tsirkim, "El Tratado de Asdrúbal con Roma", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 3, 1991, pp. 147-15.
Alberto Díaz Tejera, "En torno al Tratado de paz de Lutacio entre Roma y Cartago", Habis, Nº 2, 1971, pp. 109-126.
Jaime Francisco Gómez de Caso Zuriaga, "El olvidado Tratado del 239/8, sobre fuentes y el número de Tratados púnico-romanos", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 6, 1994, págs. 93-141.
TRATADO ENTRE SAPOR – JOVIANO (363 d.C.)
Para la realización de este trabajo se ha consultado la obra de Amiano Marcelino[5], así como los artículos relacionados de Francisco Javier Guzmán Armario[6], Javier Arce Martínez[7] y Elisa M. Garrido González[8], en los que se analizan diversos aspectos del enfrentamiento romano-sasánida en el siglo IV d.C.
Roma y los Persas Sasánidas fueron los dos Estados más importantes en el siglo IV d.C. y se enfrentaron en diferentes operaciones militares para controlar las regiones de Mesopotamia y Armenia.
En el caso sasánida, los diferentes reyes anteriores a Sapor intentaron controlar Mesopotamia como base para futuras campañas dirigidas hacia la conquista del Levante Mediterráneo y también intentaron controlar Armenia, ya que de esta manera podían controlar las incursiones de los pueblos nómadas de las estepas.
En el caso romano, el control de Armenia servía tanto para protegerse de las posibles invasiones sasánidas como para controlar la actividad de los pueblos nómadas. Debe tenerse en cuenta además que Mesopotamia era una región estratégica para la política defensiva de Roma y que, con anterioridad a la aparición de los Sasánidas, Roma se enfrentó a los Partos Arsácidas por el control de estos territorios.
El origen del conflicto, entre sasánidas y romanos, radica principalmente en el control de las rutas comerciales procedentes de Oriente. Asimismo, el control de estas regiones es para ambos Estados un asunto clave dada su posición geoestratégica. Un tercer factor vendría dado por la existencia de recursos minerales en el Cáucaso.
Sin embargo, la crisis existente entre Roma y los Sasánidas se basa fundamentalmente en problemas políticos y hegemónicos. Los Sasánidas fueron una dinastía de gobernantes de origen iranio, que en el año 224 d.C. se hizo con el gobierno en Persia tras derrocar a la dinastía de los Partos Arsácidas (247 – 224 d.C.). Uno de sus principales objetivos fue recuperar los territorios que habían formado parte del Imperio Aqueménida ya que se consideraban sus herederos. Por este motivo se enfrentaron al Imperio Romano. Sapor II (309 – 379 d.C.), invadió la Mesopotamia romana y destruyó el entramado defensivo romano; lo que forzó a Roma a firmar un tratado ventajoso para los intereses sasánidas.
En cuanto a Roma, con la desaparición de la Tetrarquía, que permitió la recuperación económica, militar y política del Imperio Romano, sufrió una época de declive caracterizada por una etapa de inestabilidad política con constantes intentos de invasión por parte de pueblos bárbaros. En este contexto Juliano el Apóstata condujo a Roma a una política agresiva con los Sasánidas, si bien su estrategia supuso, además de su muerte, un sonoro fracaso para los intereses romanos.
El tratado (363 d.C.) entre Joviano (363 – 364 d.C.) y Sapor II (309 – 379 d.C.) puso fin al conflicto que enfrentaba a sasánidas y romanos por el control de Mesopotamia y Armenia. Especialmente estos dos Estados lucharon por el control de Armenia por su situación geográfica, por sus recursos económicos y para controlar los pasos montañosos que la atravesaban.
Como consecuencia del tratado entre Sapor y Joviano, Roma pierde ante los Sasánidas una serie de puestos fortificados como Nisíbis y se ve forzada a abandonar los reinos de Armenia e Iberia. Además, los territorios conquistados en tiempos de la Tetrarquía fueron devueltos a los Sasánidas, con lo que los romanos perdían gran parte del territorio de Mesopotamia. La frontera que se había fijado en el Tigris después de la Paz de Nísibis (229 d.C.) desaparece, fijándose una nueva demarcación a partir del río Éufrates.
Los dos principales actores serán Juliano y Sapor II si bien la disputa entre ambos contendientes involucró a una gran amalgama de actores secundarios. El tratado otorgaba a los Sasánidas una posición de fuerza respecto a Roma, dejando el limes Oriental en una situación crítica que podía ser aprovechada por los sasánidas para avanzar hacía el Levante. Las consecuencias para Roma fueron desastrosas.
El Imperio Romano había gozado de una posición dominante respecto a los Sasánidas tras la firma del tratado de Nisíbis (229 d.C.). Dominaba Armenia, y mantenía su control sobre los territorios conquistados a los Sasánidas gracias a los recursos que recibía desde los puertos del Levante, desde la región de Egipto y gracias a la alianza defensiva con el reino de Palmira.
El tratado entre Sapor y Joviano, desplazaba la frontera entre ambos Estados del río Tigris al río Éufrates; lo que tendría graves consecuencias geopolíticas para Roma, aunque todavía Roma será capaz de sostener un equilibrio de fuerzas gracias al control del Levante, de Egipto y de algunos territorios en Asia. Los Sasánidas pasaron a controlar Armenia y parte de Mesopotamia, dando lugar a un status quo se mantendría hasta el siglo VII d.C.
[1] Yu B. Tsirkim, "El Tratado de Asdrúbal con Roma", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 3, 1991, pp. 147-15.
[2] Alberto Díaz Tejera, "En torno al Tratado de paz de Lutacio entre Roma y Cartago", Habis, Nº 2, 1971, pp. 109-126.
[3] Jaime Francisco Gómez de Caso Zuriaga, "El olvidado Tratado del 239/8, sobre fuentes y el número de Tratados púnico-romanos", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 6, 1994, págs. 93-141.
[4] Gómez de Caso Zuriaga, Jaime Francisco (1994). "El olvidado tratado del 239/8, sus fuentes y el número de tratados púnico-romanos". Dins: Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, núm. 6, 1994. p.93-96
[5] Amiano Marcelino, Historia, traducción de Mª Luisa Harto Trujillo, Ediciones Akal (Akal Clásica 66), Madrid, 2002, pp. 609-613 (sin notas).
[6] Francisco Javier Guzmán Armario, "Intérpretes militares y Movimientos de información táctica en el frente oriental Según Amiano Marcelino", Aquila legionis: cuadernos de estudios sobre el Ejército Romano, Nº. 5, 2004, pp. 29-43.
[7] Javier Arce Martínez, "La frontera del Imperio Persa: Constancio II y Heraclio", Erytheia: Revista de estudios bizantinos y neogriegos, Nº. 8, 1, 1987, pp. 5-15.
[8] Elisa M. Garrido González, "Siria y el enfrentamiento romano-sasánida en el siglo IV d. C.", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 2, 1990, pp. 143-156.
Bibliografía
Amiano Marcelino, Historia, traducción de Mª Luisa Harto Trujillo, Ediciones Akal (Akal Clásica 66), Madrid, 2002, pp. 609-613 (sin notas).
Artículos relacionados:
Francisco Javier Guzmán Armario, "Intérpretes militares y Movimientos de información táctica en el frente oriental Según Amiano Marcelino", Aquila legionis: cuadernos de estudios sobre el Ejército Romano, Nº. 5, 2004, pp. 29-43.
Javier Arce Martínez, "La frontera del Imperio Persa: Constancio II y Heraclio", Erytheia: Revista de estudios bizantinos y neogriegos, Nº. 8, 1, 1987, pp. 5-15.
Elisa M. Garrido González, "Siria y el enfrentamiento romano-sasánida en el siglo IV d. C.", Polis: revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad clásica, Nº 2, 1990, pp. 143-156.
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