Centro y periferia en el tránsito de viajeros en la Antigüedad (el ejemplo del Mundo Helenístico)

Publicado el 19 de febrero de 2025, 13:46

El artículo nos introduce en la literatura de viajes y su historiografía; resaltando la relación entre el centro y la periferia que gira básicamente en torno a lo fantástico y la barbarie, término político-cultural que contribuyó a forjar una idea respecto a la visión que tuvo el mundo griego en relación a los pueblos extranjeros.

 

La literatura de viajes del periodo helenístico es escasa, a pesar de que se tenga constancia de la existencia de una prolífica literatura de este género. Las conquistas orientales de Alejandro, la expedición oriental de Píteas de Masalia, y el Periplo del Pseudo Escílax en cuya época se sitúa la emergencia de Cártago, constituyen tres grandes acontecimientos históricos que marcaron la producción literaria posterior, dejando una huella indeleble en el imaginario colectivo griego.

Aunque el viaje de Píteas no ha llegado hasta nosotros y sólo podemos aproximarnos de manera altamente conjetural a su contenido a través de las noticias conservadas por sus principales detractores como el historiador Polibio o el geógrafo Estrabón, la gesta de Alejandro fue ampliamente recogida en diferentes géneros literarios, desde los tratados zoológicos de Aristóteles y los botánicos de su discípulo Teofrasto, a las diferentes historias de la campaña escritas por Tolomeo, Aristóbulo, Onesícrito y Nearco, hasta la literatura geográfica representada por Eratóstenes, desgraciadamente perdida, que influenció la obra posterior de Estrabón. Isócrates y Aristóteles, contribuyendo a visibilizar Cártago dentro del imaginario griego, difundiendo un mayor conocimiento de esta civilización dentro del ámbito helénico.

La gran difusión de conocimientos a través de los diferentes géneros literarios, propició el surgimiento de una literatura basada en relatos de viajes ficticios, revistiéndolos de factuales, sin haber sido realizados por el autor. Este tipo de creaciones literarias no era nuevo, (la composición de relatos de viajes ficticios se había dado ya anteriormente en la literatura griega al menos desde la mismísima Odisea), pero su principal novedad radicaba en la confluencia de elementos reales con otros absolutamente fabulados, que sirvieron de punto de partida para posteriores nuevas creaciones en los que los hechos reales se ven progresivamente desfigurados por la fantasía y la imaginación.

Es ciertamente significativo que un autor como Polibio, que revela una actitud más crítica con la tradición anterior, asumiera con cierta naturalidad la dificultad de ofrecer un testimonio veraz y objetivo de los confines del orbe por la falta de testimonios viables[1], entre otras razones porque el continuo proceso de reelaboración acaba de desdibujar casi completamente el supuesto original que les sirvió de punto de partida. Sirva como ejemplo la imagen de la India como una tierra de maravillas sin cuento promovida desde los inicios por Escílax de Carianda, su descubridor para el mundo griego, continuada después por Heródoto y por Ctesias, Nearco y Onesícrito, o por viajeros posteriores como el embajador seléucida Megástenes, y que puede rastrearse en Arriano, Estrabón o Plinio el Viejo.

Los relatos de Diodoro de Sicilia en los que se delinean sociedades ideales ubicadas en islas situadas en el Océano meridional o los de Megástenes sobre la India con claras connotaciones de carácter utópico, se enmarcan claramente dentro de la categoría de la literatura de viajes si aceptamos que sus autores asumen el protagonismo de sus respectivas travesías, pero en el caso de Megástenes su relato responde a un contexto político e ideológico de rivalidad entre las dos grandes monarquías de la época, tolomeos y seléucidas; y en el de Diodoro de Sicilia también queda patente el contrapunto filosófico de sociedad ideal y la crítica a la realidad sociopolítica de su tiempo.

La exploración de nuevos territorios fue impulsada hacia las regiones del sur de Egipto y los aledaños del mar Rojo por los Tolomeos. Pero lo poco que se conoce de Filón, Sátiro, Simias, Pitágoras, Dalión, Aristocreonte, Simónides, Bión y Basilis, protagonistas directos de estas expediciones, a través de Estrabón y Plinio, no permite incluir estos relatos en el género de la literatura de viajes, si bien dejaron huella en un tipo de literatura posterior en la que primaban los elementos fantásticos o de ficción típicos de la literatura de viajes como los repertorios paradoxográficos. Así tenemos, por ejemplo, la que menciona Hermipo, el discípulo de Calímaco, relativa a la existencia de una tribu de etíopes que tenían por rey a un perro, procedente al parecer del mencionado Aristocreonte[2]. Señala el autor que este relato posee un carácter eminentemente literario, a pesar de la deformación derivada de la reutilización de obras anteriores y de la estrecha relación entre la India y Etiopía presente en la tradición literaria helenística. La información del rey perro, sin descartar del todo la de la crocota de Dalión, podrían haber figurado también en la obra de Ctesias sobre la India ya que comparte al menos con Filón la mención en el texto paradoxográfico mencionado y es bien conocida su descripción del pueblo de los cabezas de perro.

Respecto a las exploraciones de Píteas su obra se encuadra mejor en los tratados científicos que en la literatura de viajes. A diferencia del resto de las obras reseñadas anteriormente, las razones que argumentan sus detractores, como Polibio, no se basan en afirmaciones disparatadas, sino en prejuicios personales y en las creencias sociales de la época que ponían en entredicho los descubrimientos de este pionero del descubrimiento de las regiones occidentales de Europa. Sin embargo, nuevamente un relato real dará lugar a una producción de relatos ficticios plagados de inverosímiles elucubraciones.

La adversa climatología, la duración desigual de días y noches, la presencia de un mar helado, o a la profusión de islas dieron lugar a fabulaciones tales como la existencia de pueblos en la Céltica capaces de ver por la noche e incapaces de hacerlo durante el día como recogía en su obra un tal Eudoxo de Rodas, autor de un periplo en el siglo III a.C., noticia que aparece referida a un pueblo de Iberia en la obra de Antonio Diógenes, o la sorprendente anécdota que menciona Plutarco atribuyéndosela a un tal Antífanes de Berge según la cual existía un lugar tan frío en invierno en el que las palabras se helaban pero podían luego con la llegada de la primavera volver a ser escuchadas tras el deshielo; o la posibilidad de un viaje a la luna desde aquellas latitudes, puesta de manifiesto en el relato de Antonio Diógenes, entre otros ejemplos; lo que demuestra cómo a partir de un relato real se crean espacios para la fabulación mítica como cuando se utiliza el itinerario de vuelta realizado por Píteas para situar el retorno de los Argonautas, posiblemente explotado por el historiador siciliano del siglo III a.C. Timeo de Tauromenio y que ha dejado sus huellas en las denominadas Argonáuticas Órficas, de mediados del siglo V d.C.

De la literatura de viajes cartaginesa apenas tenemos el denominado Periplo de Hanón, que algunos estudiosos consideran una transcripción fidedigna de la inscripción que el propio Hanón debió erigir en el templo de Baal Moloch en Cartago tras su regreso del viaje exploratorio narrado en el Periplo, y otros una obra de creación exclusivamente literaria compuesta en algún momento dentro del período helenístico. A pesar de que en esta discrepancia de posturas, ninguna de las corrientes ha sido capaz hasta el presente de presentar argumentos que posibiliten alcanzar un consenso sobre la “cuestión hanoniana”, el autor del artículo aboga claramente por su condición literaria como obra de ficción; concluyendo que nos encontramos con el proceso común en la época helenística mediante el cual un viaje real sirve de cobertura a un viaje imaginario, dando credibilidad y elevando a un primer plano a los elementos nacidos de la fantasía. En este sentido, el autor subraya que en la época helenística se encuadra geográficamente los antiguos mitos como se ve en la expedición de los Argonautas o los viajes de Heracles, que habían transcurrido hasta entonces en un escenario definido únicamente por el Océano o los puntos cardinales, o en las obras de Dionisio Escitobraquión, o el caso de Asclepíades de Mirlea, quien según Estrabón pobló la península ibérica de viajes heroicos.

En este género es el propio protagonista de la historia el que narra en primera persona todas sus aventuras. En estos relatos aparecen los elementos típicos que configuran este género literario como los preparativos del viaje, sus diferentes etapas, las tormentas (alusivas al destino o a la Providencia), u otras referencias realistas que lo revisten de credibilidad, junto a elementos "folclórico-etnográficos", sin obviar los elementos fabulosos que acaban imponiéndose en un primer plano. A pesar de este carácter fantástico que rodea todo el relato subsiguiente, las apelaciones a la veracidad de la historia son constantes a lo largo de toda la narración.

El relato de viajes constituye un género de entretenimiento, de evasión a la monotonía, que acabó convirtiéndose en la principal vía de acceso al conocimiento del mundo en la época helenística. Pero el género del relato de viajes se utilizó también con una finalidad política-filosófica, al contraponer ciertos ideales a la crisis sociopolítica que atravesaba el mundo griego en el periodo helenístico.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. J. Gómez Espelosín, "Viajes de verdad, viajes de mentira: literatura de viajes del período helenístico", Revista de Filología Románica2006, pp. 59-75.
  2. J. Gómez Espelosín, Relatos de viajes en Grecia (1996) Indagación. revista de historia y arte Núm. 2 Pág. 15-34

 

[1] Pol. III, 58,5. Cf. Zecchini G., «Teoria e prassi del viaggio in Polibio» en Camassa G. y Fasce S. eds., Idea e realtà del viaggio. Il viaggio nel mondo antico, Génova, ECIG, 1991, pp. 111-141.

[2] Antígono de Caristo fr. 145 (160 en la edición de Westermann); Paradoxógrafo Vaticano fr. 2.; Hermipo en Eliano, Sobre las características de los animales, VII, 40

 

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