
César Sierra Martín aborda la alteridad según el binomio griego/bárbaro a partir de los estudios de la medicina clásica sobre la naturaleza del hombre, subrayando que la alteridad en el mundo heleno no puede entenderse desde el marco interpretativo que ofrece la modernidad, sino que debe partir de las mismas fuentes antiguas[1].
Asimismo, analiza la repercusión que tuvo esta concepción de la alteridad física en autores como Heródoto, Jenofonte y Aristóteles. El autor pone de relieve la importancia de los tratados médicos a la hora de abordar la alteridad griego/bárbaro en la Grecia clásica, pues son un referente en cuanto a la idea del hombre.
La idea de alteridad a través de la oposición griego/bárbaro no estaba definida únicamente por las diferencias culturales, sino también por las diferencias físicas que los griegos percibieron como un elemento definitorio de los pueblos, desde un punto de vista marcadamente helenocéntrico.
En Heródoto encontramos descripciones etnográficas claramente influenciadas por las ideas médicas de la época que muestran un cierto grado de tolerancia, por ejemplo, en la comparación entre los ritos funerarios, diametralmente opuestos, de helenos (incineración) e indios Calatais (necrofagia).
La admiración de Heródoto por Egipto se hace notar en la afirmación de que casi todos los dioses han venido a Grecia procedentes de Egipto, o en la de que ciertos cultos, como el de Heracles (Hdt. 2.145), y otras costumbres aceptadas en Grecia, como el rechazo a los oficios manuales quizás procedían del país del Nilo.
La admiración de Herodoto por las culturas orientales, y egipcia en particular, bien por su larga existencia, sus monumentos o algunas de sus costumbres, estuvo, sin embargo, impregnada de unos valores y una “lógica” que, en modo alguno, concordaba con los valores y la “lógica” de los antiguos egipcios. Sus comentarios, juicios y descripciones están emitidos desde su helenocentrismo, teniendo todos ellos la intencionalidad de describir a los “otros”, a los no griegos. En este sentido, los textos de los clásicos, y de Heródoto en particular, deben ser sometidos a una “exégesis” literaria ya que es patente su etnocentrismo.
Heródoto utiliza tres procedimientos en la representación del mundo: la simetría, la inversión y la analogía[2]. Mientras Heródoto utiliza el discurso histórico, analítico y descriptivo, Luciano hace uso del humor, la sátira y el sarcasmo mediante el diálogo entre el dios olímpico Zeus y Momo, dios de la sátira y representante de la censura.
Para Herodoto los egipcios son "los primeros en...", según el esquema muy utilizado por la historia cultural griega del "primer inventor" (Hartog 1996: 69). Muestra de esa fascinación es el hecho de que Herodoto le haya dedicado un libro completo a esta civilización.
Tal y como indica César Sierra, la visión etnográfica de Heródoto está influenciada por los tratados e ideas médicas de la época, las cuales afirmaban que era el exterior, quien modelaba la naturaleza humana, por lo tanto, las diferencias físicas y psíquicas estaban condicionadas por el medio físico.
Sin embargo, la descripción de la religiosidad de los egipcios que nos presentan los autores clásicos Heródoto y Luciano difiere sustancialmente.
En la Asamblea de los dioses, Luciano, hace un uso de la sátira para criticar la intrusión de dioses extranjeros y cuestionar sus credenciales y su idoneidad para formar parte del panteón de los dioses, entre ellos algunos egipcios con cabeza de animal, como Anubis, el toro de Menfis y Zeus Amón, que de hecho fueron objeto de culto durante siglos.
El texto representa una crítica a los dioses extranjeros que se han ido asentando en el espacio griego y romano, así como la deificación de ideas abstractas tales como la Virtud, la Naturaleza, el Destino, el Azar. Los interlocutores son Zeus, el padre de los dioses, Hermes, que convoca la asamblea y Momo, que es el dios de la sátira y representa la voz de la censura.
En mi opinión es una mordaz crítica contra la proliferación de cultos y de religiones mistéricas orientales y de cultos egipcios, todos coincidentes en el mensaje de salvación eterna en el más allá, pero también un alegato de escepticismo hacia el resto de dioses, de Zeus para abajo, incapaces de satisfacer los problemas existenciales del hombre, cuyo valor reduce a la materia con que los hombres los hicieron.
Algunas de estas ideas en contra del politeísmo, la interculturalidad religiosa y el sincretismo ya se habían dado en la literatura en autores como Séneca y Cicerón, que pudieron inspirarle, aunque probablemente se vio asimismo influenciado por el periodo de turbulencias políticas que experimentó durante su estancia en Atenas.
Aunque en Herodoto se aprecia un cierto grado de tolerancia respecto a las costumbres “bárbaras”, el caso contrario parece ser la tónica general a finales de la época clásica, como se desprende de los testimonios de Aristóteles y Jenofonte, donde el ideario médico fue utilizado para justificar el binomio griego/ bárbaro en sentido peyorativo. Esta concepción de la alteridad con un marcado sentido racista y xenófobo queda reflejada de un modo patente en la obra de Luciano de Samósata.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:
César Sierra Martín, "Diferentes pueblos, diferentes cuerpos: algunos ejemplos en las fuentes históricas", Habis 43 (2012)
Herodoto. Historia II. GREDOS. 2020.
Luciano de Samósata. La Asamblea de los dioses.
[1] Diferentes pueblos, diferentes cuerpos: Algunos ejemplos en las fuentes históricas. Sierra Martín, César. Habis 2 Núm. 43, 2012. ISSN 2107694.
[2] HARTOG, F. (1996) Memoria de Ulises. Relatos sobre la frontera en la antigua Grecia. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
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