
La mayoría de autores coinciden en datar la aparición del carro de guerra entre los años 2600 y 2000 a. C. Así lo afirma el arqueólogo Fernando Quesada Sanz en «Carros en el antiguo Mediterráneo: de los orígenes a Roma», y el autor José Miguel Bandeira en «El arma imperial egipcia». Quesada afirma que «las ciudades estado sumerias construyeron diferentes tipos de carros, de dos a cuatro ruedas, tirados por hemiones». Estos primitivos «carros de combate» de la antigüedad contaban con ruedas de madera macizas y ejes fijos. La iconografía nos muestra que se empezaron a utilizar en la lid «tirados por asnos» y con una tripulación de dos hombres armados con jabalinas y hachas. Sin embargo, se desconoce cuál era la verdadera función de estos artilugios en el frente.
Lo más probable es que proporcionaran un servicio de transporte hacia el campo de batalla. Otras teorías determinan que es probable que también hicieran las veces de puesto de mando para los oficiales. Sobre una de las caras del Estandarte Real de Ur está retratada la maquinaria de guerra mesopotámica, que incluye vehículos de cuatro ruedas parecidos a carros y tirados por cuatro burros. El artista demuestra incluso cómo se emplea esta arma dibujándola en diferentes estados de movimiento. Los burros, de este modo, son dibujados en primer lugar caminando, luego se ve cómo empiezan a trotar y finalmente arrancan a galopar. Para aclarar que se trataba de un arma de guerra, el artista añade uno o dos enemigos pisoteados bajo el propio carro. Esta es una de las representaciones más antiguas de un carro de guerra, aunque se diferencia mucho de aquellos que empleaban los egipcios. Aparte del hecho de que tiene cuatro ruedas en lugar de dos, otra gran diferencia es que las ruedas de estos carros mesopotámicos eran macizas en lugar de tener radios. En cierto modo nos podríamos referir a ellos como “proto-carros”.
Entre los años 1900 a. C. y 1750 a. C. se apostó por la fabricación de un carro diferente. Un vehículo más liviano con capacidad para maniobrar frente a las tropas enemigas y desde el que diezmar al contrario disparando un alud de flechas desde la lejanía. Así nació el carro ligero. La tripulación habitual, a partir de entonces, fue siempre de un auriga, un combatiente y un portador de escudo.
A día de hoy se desconoce cuál fue la civilización que inventó como tal el concepto del carro ligero. Su creación se la disputan desde algunas regiones del Norte del Cáucaso, hasta pueblos ubicados en Anatolia Oriental. Bandeira ofrece, en este sentido, su particular teoría: «El carro con dos ruedas, ágil y veloz tirado por dos caballos, aparece por vez primera en el territorio entre Rusia y Kazajiastán». Con todo, la falta de un origen específico no impidió que su uso se terminara generalizando entre la nobleza, que los empezó a considerar un elemento de ostentación ideal. A partir de ese punto solo era cuestión de tiempo que estos ingenios rodasen sobre los campos de batalla. Aunque es probable que, anteriormente, fuesen utilizados también por la élite de la sociedad en la caza. El invento crucial que permitió la construcción de carros ligeros tirados por caballos para su uso en combate fue la rueda con buje, radios y llanta en contraposición a las ruedas macizas solidarias con el eje de los carros civiles. La rueda radiada no apareció en la Mesopotamia hasta la mitad del II milenio a,C.
El carro egipcio.
El carro egipcio aparece como parte de un proceso de modernización militar a comienzos del Imperio Nuevo.
En 1650 a. C. el norte de Egipto fue conquistado por tribus de un pueblo llamado Hicso por los egipcios, al parecer una mezcla de semitas y de hurritas. Los hicsos fueron expulsados por Amosis I (1550 - 1525 a. C.), el primer faraón de la décimo octava dinastía con la que comienza el Imperio Nuevo. Amosis destruyó la capital de los hicsos en Avaris y sus sucesores conquistaron la ciudad de Saruhen (cerca de Gaza), y destruyeron confederaciones canaanitas en Megido, Hazor y Qadesh. Tutmosis III (1504 a. C. al 1450 a. C.) estableció el imperio de Egipto sobre el occidente del Cercano Oriente, derrotando a la confederación cananea en Megido y tomando la ciudad de Joppa, trasladando la frontera desde el Sinaí a la curva de Éufrates, logrando la máxima extensión territorial en la zona.
Los egipcios obtuvieron el conocimiento de su tecnología de Canaán, siendo los primeros carros egipcios de la XVIII Dinastía exactamente iguales a los vehículos cananeos contemporáneos. Se cree que el carro del Imperio Nuevo se situaba en lo tecnológico entre los ejemplares experimentales levantinos de los siglos XVIII-XVII a.C., representado en los relieves asirios, tal y como señala Philip de Souza en su libro «La guerra en el mundo antiguo»
El origen del carro tirado por caballos aún ha de ser dilucidado. La palabra egipcia para designar el carro indica claramente que éste fue traído a Egipto desde Canaán, aunque Canaán fue posiblemente una estación de paso, en la ruta de su difusión, desde la fuente original.
A pesar de que no fueron los egipcios los que introdujeron el carro de guerra en batalla (ese privilegio corresponde a las ciudades sumerias del sur de Mesopotamia, según desvela el autor Robin Cross en su obra «50 cosas que hay que saber sobre la guerra», sí lograron hacer de él un arma definitiva. «Los egipcios de la XVIII Dinastía volvieron aquel éxito tecnológico contra sus propios inventores utilizando las unidades de carros para doblegar una provincia tras otra en todo Oriente Próximo», explica el egiptólogo Toby Wilkinson en su obra «Auge y caída del Antiguo Egipto». Este autor afirma que «sin el carro, resulta dudoso que Egipto hubiera logrado siquiera forjar un imperio».
El carro que llegó hasta Egipto, allá por el año 1600 a. C., fue el modelo cananeo. Este contaba ya con una estructura bastante aligerada y unas ruedas con cuatro radios sostenidas sobre un eje ubicado en el centro de la caja. De él tiraban, dos caballos. Y por entonces los tripulantes se habían reducido hasta dos. Ya era letal, pero, ávidos de crear el arma perfecta, los ingenieros de los faraones lo perfeccionaron en las décadas siguientes hasta crear un vehículo sumamente rápido y maniobrable. Así lo afirma el arqueólogo Sergi Vich Sáez en su artículo «El carro de guerra en la Edad del Bronce»: «El carro egipcio era de construcción liviana, con una base de madera, reforzada en algunas partes con cuero y metal». Por si todo esto fuese poco, también retrasaron el eje hasta la parte trasera de la caja y añadieron -con el paso de los años- dos radios más a las ruedas (hasta un total de 6).
Estas características permitieron al vehículo adquirir una velocidad de hasta 40 kilómetros por hora (hasta ese momento la media se hallaba en poco más de 20 km/h) y hacer unos «giros muy cerrados sin perder la estabilidad». Wilkinson es partidario también de que los egipcios crearon así una perfecta plataforma de disparo, capaz de atacar al contrario, y retirarse antes de recibir daños. «La ligereza del carro y la posición retrasada de las ruedas le proporcionaban la máxima velocidad y maniobrabilidad». No obstante, y tan real como que poseía una movilidad crucial, el carro egipcio adolecía de una falta total de blindaje. Además, su escaso peso (apenas 50 kilogramos sin caballos) y su estructura hacían que no pudiese transitar por terrenos rocosos, siendo sin embargo aptos para su uso en la arena del desierto. Por descontado, su escasa resistencia le impedía entablar combate contra los carros contrarios. Pero su objetivo jamás fue ese, sino debilitar al enemigo desde la lejanía antes del ataque de la infantería aliada, o acosar la retaguardia de los contrarios cuando estos se retirasen. Otro probable uso táctico básico del carro ligero pudo ser el de su uso para desbandar unidades de infantería mediante cargas, provocando el terror entre los soldados enemigos, a través del efecto sorpresa. Los carros se convirtieron en la pieza clave del ejército y de la estrategia en el combate. Por este motivo, no puedo estar de acuerdo con la afirmación de los autores Joaquín Sanmartín y José Miguel Serrano en su Historia Antigua del Próximo Oriente, Mesopotamia y Egipto, cuando afirman que el carro de guerra no se utilizaba exactamente para combatir. Su misión, según estos autores, sería ante todo la de romper la formación cerrada de la infantería enemiga, creando confusión y muerte, perseguir al enemigo en desbandada y servir para misiones de desplazamiento.
Un complemento perfecto.
El carro de guerra egipcio no habría sido tan letal sino hubiese llegado de la mano de un arma más que revolucionaria para la época: el arco compuesto y de otra innovación tecnológica, el uso del caballo.
Este animal se limitaba, prácticamente, al carro. No conservamos ningún testimonio que nos demuestre la existencia de jinetes para la lucha tal y como ocurría con los asirios, por ejemplo, aunque sí se han conservado figurillas que representan a individuos a lomos de un caballo, pero no parecen ser algún tipo de combatiente. Así pues, el uso más frecuente de este animal estaba vinculado al carro, especialmente en las clases dominantes del ejército, entre las que destacaba el propio faraón. Los numerosos relieves conservados en las entradas de los templos en los que se ve cómo el faraón expulsa desde su carro a los enemigos de Egipto, facilitan la tarea de reproducir el manejo en un vehículo de este tipo.
El uso del arco compuesto -en combinación con el carro- otorgó a faraones como Tutmosis III una ventaja definitiva en el campo de batalla por su potencia. Amnon Ben-Tor, arqueólogo especializado, define así este ingenio en su obra «La arqueología del antiguo Israel»: «Estaba hecho con varios tipos de madera y ligamentos y tenía un alcance efectivo de hasta 400 metros, el mayor alcance de ninguna arma antigua». Era, en definitiva, «más fuerte y más eficaz que el arco simple» y «supuso un notable cambio en el equipamiento militar que sucedió al comienzo del Imperio Nuevo». Al menos, así lo explica Philip de Souza en su libro «La guerra en el mundo antiguo». La importancia del carro combinado con el empleo del arco compuesto se aprecia en la influencia y poder de los altos funcionarios encargados de los establos y de las cuadras reales, función que en ocasiones quedaba a cargo del propio príncipe heredero.
A nivel técnico, el arco compuesto se fabricaba utilizando como base un «núcleo» de madera. Este era reforzado en su parte frontal con una capa de cuerno y se cubría, posteriormente, con una funda protectora elaborada a base de ceniza o corteza de abedul. Todo ello daba como resultado un arma potente a pesar de su (relativamente) reducido tamaño.
Tripulación.
Durante el Imperio Nuevo, la tripulación de los carros de guerra egipcios solía estar formada por dos hombres. A ellos se sumaba, según algunos teóricos, un combatiente más que acompañaba al vehículo a pie.
1 - Auriga o conductor. Su objetivo era, como es lógico, dirigir el carro. Sin embargo, también tenía otras tareas tales como portar la única defensa del vehículo contra los proyectiles enemigos: un escudo. Además, cargaba con un pequeño cuchillo para cortar las riendas si estas se entrelazaban.
2 - Guerrero. Esta figura es más que controvertida entre los expertos. Todos coinciden en que su objetivo principal era disparar su arco contra los enemigos del faraón. Sin embargo, cada fuente le atribuye un tipo de arma secundaria. Así pues, podía portar también desde una lanza larga, hasta varias jabalinas.
En todo caso, y como afirma el egiptólogo Javier Martínez Barón en el dossier «Breve síntesis sobre el armamento en Egipto durante las dinastías XIX y XX», todas estas posibilidades eran plausibles. Y es que, el armamento básico que se cargaba en un carro era variado e incluía arcos, 80 flechas, venablos, lanzas, espadas, hachas y cimitarras de bronce, así como cotas.
3-Corredor. Este combatiente es mencionado en algunas inscripciones de difícil comprensión, según determina Juan Pablo-Vita (CSIC) en su obra «El ejército de Ugarit». Su trabajo en batalla consistía en seguir a pie al carro de guerra para defenderlo de los ataques enemigos. A su vez, se encargaba de rematar a los enemigos que caían a su paso. La velocidad de estos vehículos provocaba, no obstante, que acabase totalmente agotado.
Estructura.
En Egipto, la guerra era una forma de vida y, atendiendo a la época, también de las altas esferas. Eso es precisamente lo que sucedía en el caso de las tripulaciones de estos vehículos. Como señala Wilkinson, «los carros eran prerrogativa de la clase de oficiales». Así pues, para que un combatiente tuviera el honor de subirse a uno de estos vehículos primero debía pasar por los escalones más bajos del ejército y, poco a poco, ir ascendiendo dentro del mundo militar.
A nivel práctico, las fuerzas armadas egipcias se dividían en dos grandes armas: la infantería y los carros de guerra. Las unidades básicas del ejército eran las compañías. Cada una de ellas estaba formada por 250 soldados a pie. Unas 20 compañías (5.000 hombres) formaban una brigada. Finalmente, si a este gran número de combatiente se unía un escuadrón de 50 carros de guerra, se creaba una división. Por su parte, cada grupo de 50 carros se estructuraba en 5 unidades de 10 vehículos. «A partir del gobierno de Ramsés II hay constancia de la existencia de cuatro divisiones en activo que portaban los nombres de las divinidades principales de las ciudades que las albergaban: Amun de Tebas, Ptah de Menfis, Re de Heliópolis y Sutej de PiRamsés».
Construcción.
La construcción de los carros de guerra egipcios fue variando a lo largo de los años. Con todo, a día de hoy es posible saber cómo fueron ensamblados en algunas épocas concretas gracias a los restos arqueológicos. Solamente ocho son los que han llegado conservados hasta la actualidad desde los tiempos faraónicos. Seis corresponden al ajuar funerario del faraón Tutankamón, otro el de Yuia (General del cuerpo de carros del faraón Amenhotep III), los hallados en el Valle de los Reyes y el encontrado por Ipólito Rosellini en una tumba tebana desconocida.
En base a estas evidencias puede afirmarse que la mayoría de piezas se fabricaban en madera y eran unidas mediante piel, cuero sin curtir y cola. Uno de los componentes en los que más esmero ponían los ingenieros era en las ruedas del vehículo. Se añadían tiras de cuero para ayudar a mantenerlas unidas y protegerlas, y el cuero crudo se usaba para reforzar las juntas, los cubos de las ruedas, y como soporte del eje. A su vez, se impermeabilizaban con recubrimientos elaborados a base de abedul para evitar que la humedad las dañase.
Los egipcios perfeccionaron el carro de combate convirtiéndolo en ‘la maquina más perfecta del mundo‘. Realizada con madera flexible y cuero, más rápida, fuerte y utilizada con mejores técnicas de combate en comparación con el de los Hicsos, que contaban con carros hechos con madera rígida tanto en la estructura como en las ruedas, mucho más pesadas y difíciles de maniobrar. En los carros egipcios el eje central fue movido desde el centro al final de la plataforma, aumentando la velocidad, estabilidad y capacidades de maniobra.
Partes del eje fueron cubiertas con metal para reducir la fricción entre el eje mismo y las ruedas, mientras otras partes fueron también cubiertas con hojas de metal para aumentar la afidabilidad y reducir el peso, al utilizar maderas más ligeras. Los carros de combate consistían en dos secciones de madera juntadas probablemente sumergiéndolas en agua caliente por varias horas y luego doblándolas y dejándolas secar. Varios tipos de madera eran utilizados para la producción de estos carros, muchos de los cuales importados: olmo, fresno para el eje y sicómoro para el estribo.
Los rayos de las ruedas eran realizados juntando seis piezas de madera en forma de V, formando una estrella exagonal pegados utilizando intestinos de ganado que se endurecía cuando se secaba.
Las ruedas estaban hechas con varias secciones de madera. Cuando el carro no era utilizado, la presión constante de su propio peso deformaba las ruedas. Por este motivo, cuando no se utilizaban, las mismas eran removidas (como en los carros descubiertos en la tumba de Tutankamón). Al no contar con resortes (o amortiguadores) esta arma no era útil para el uso en terreno rocoso, ya que se podía voltear o romper, pero eran el arma ideal para los terrenos planos de Egipto y los Estados colindantes.
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