Egipto y Mesopotamia: cultura escrita y cultura plástica

Publicado el 17 de febrero de 2025, 15:41

El arte egipcio y el arte mesopotámico reflejan el desarrollo de dos de las grandes culturas de la antigüedad. En el caso del arte mesopotámico a través de distintas dinastías, pueblos e imperios que se sucedieron en el tiempo. En el caso de Egipto de forma más uniforme a lo largo de milenios. En ambos casos la pintura y en general la expresión artística es empleada con la finalidad primaria de reafirmar el poder político y religioso.

Ni en uno ni en otro caso es un arte para la belleza. En ambas culturas es un arte práctico y utilitario ligado a los intereses de la monarquía y a su función funeraria. En ambas culturas tiene además un carácter simbólico. Sin embargo, tanto en Mesopotamia como en Egipto, podemos comprobar que estas manifestaciones artísticas en el campo de las artes plásticas hacen, en ocasiones, un guiño a las representaciones más simples de la belleza, creando, de la mano de sus pintores, espacios de libertad para expresar toda su capacidad creativa.

El arte egipcio presenta una visión bidimensional del espacio figurativo, basado en dimensiones antropométricas. Carece por tanto de perspectiva, al igual que la pintura mesopotámica; lo que es un modo tan válido de representar el mundo como lo es la perspectiva en el arte occidental. Este rasgo pone de manifiesto su carácter figurativo y simbólico, siendo un equívoco interpretarlo como un signo de la incapacidad del artista por representar objetos y seres en tres dimensiones. La representación de las figuras de perfil responde al código que emplea el artista. La imagen egipcia es dialéctica, estando reservada la presentación frontal a los vencidos y a los muertos, así como a personajes secundarios. En la pintura mesopotámica abunda la representación figurativa con rostros de perfil, pero ojos y torso de frente para representar el ángulo deseado.

La imagen egipcia es producto de un orden geométrico portador de valores semánticos: el arte egipcio tiene una función cognitiva y funcional dirigida a la perpetuación del difunto en el más allá y a la expresión política del faraón, pero desempeña otra función que Jacokbson define como poética.

El código egipcio de representación no muestra una escala común, sino que presenta a los diferentes elementos de la escena representados conforme a una perspectiva jerárquica en la que los personajes más importantes son representados de mayor tamaño que los secundarios; siendo uno de los múltiples recursos empleados para obtener a su vez un efecto poético. La pintura mesopotámica emplea este recurso igualmente para reflejar el orden jerárquico.

El color fue también otro recurso empleado como medio de trasposición de unos valores que corresponden a la naturaleza de los seres y las cosas y no a su aspecto. Los colores de la pintura egipcia actúan a un profundo nivel sicológico correspondiendo a una simbología de colores primitivos que concuerda con la utilización de signos codificados en su memoria ancestral. Esto explica la fascinación que ejerce en nosotros el arte egipcio ya que más allá del plano estético despierta los ecos de un lenguaje inmemorial.

El verde, color del papiro tierno, evoca frescor y juventud. El negro es la tierra de Egipto, hecha del humus fertilizado que da vida a ambas riberas del Nilo. El rojizo representa la esterilidad de las arenas del desierto. Por extensión, todos los seres que tienen la piel y el cabello rojizos están abocados al dios estéril de la agitación y la turbulencia. El blanco es la luz que apunta al amanecer. El amarillo intenso representa el oro, carne de los dioses, incorruptible, imputrescible, color de la eternidad. El amarillo claro se utilizaba para representar la carne de las mujeres; el moreno rojizo es el color de la piel de los hombres. El rojo vivo es el color de la sangre y simboliza la vida. El azul profundo es la cabellera de todos los entes divinos. El azul, turquesa, representa el océano primordial en el que eliminar las impurezas antes de renacer. El lenguaje de los colores, pese a que ignoramos todavía muchos de sus detalles, estuvo indudablemente al servicio de sus concepciones metafísicas. Es posible incluso que los puntos geográficos pudieran estar representados por tonalidades diversas, como en otras culturas de la antigüedad.

En definitiva, según Tefnin, el arte egipcio es un lenguaje figurativo que reposa sobre un código de base métrica que los artistas empleaban con el fin de producir una imagen geométrica que reflejaba su visión del mundo ordenado conforme a Maat[i]. Sin embargo, el arte no se puede explicar por el uso de un sistema sino por la distancia del artista frente a ese sistema y su capacidad de transgresión; lo que da lugar a la creación.

En este sentido Laboury pone de relieve la paradoja de que, pese a que el arte egipcio es universalmente admirado, la mayor parte de especialistas han negado la existencia de verdaderos artistas en el seno de la civilización egipcia.

El problema radica por una parte en que la cultura y el sistema de referencias del antiguo Egipto es muy diferente de nuestra cultura y por otra, en la propia definición del término “artista” cuyo significado parece alejarse de nuestra acepción y encajar más con la de un especialista conocedor de técnicas específicas de dibujo y de pintura.

De este modo el arte egipcio es considerado un arte anónimo cuando sería más correcto definirlo como epónimo: no firma la obra quien la realiza sino aquél que ha ordenado su creación[ii].

El arte egipcio es el fruto de verdaderos artistas, perfectamente identificados en el seno de su propia sociedad, estando muy probablemente ligado al mundo de los escribas[iii] ya que la pintura y el dibujo son un género de escritura ornamental que utiliza un lenguaje mágico sujeto a las leyes de la figuración.

Los egipcios no entendían el arte como nosotros lo entendemos hoy en día. El arte en el antiguo Egipto estaba al servicio de la religión y del poder político. No buscaba en su esencia encontrar un fin en sí mismo como manifestación artística que incite al mero goce estético y tal vez por este motivo se perciba a sus creadores como artesanos en vez de como artistas. Sin embargo, la carga mágica y simbólica que esas pinturas tenían en el mundo egipcio es algo que trasciende a nuestra cultura. Pese a la alteridad y proximidad que sentimos hacia el arte egipcio, difícilmente podremos comprender qué significado tenían en su pensamiento y cosmogonía, más allá de plantear ciertas hipótesis.

La pintura egipcia está dedicada al hombre, a su sujeción inevitable a las leyes naturales, impuestas por sus dioses, y también, al anhelo humano de perfección, de trascendencia, de pureza del intelecto y del alma. En esa doble raíz de la existencia humana, la pintura egipcia refleja el cimiento de toda la tragedia y la comedia humana. La pintura egipcia está compuesta por los polos básicos de la existencia humana, por las fuerzas propulsoras del espíritu y la materia. Es precisamente en la transmisión de estos principios vitales donde reside su verdadera poesía.

 

 

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