Concepciones egipcias de la realeza

Publicado el 17 de febrero de 2025, 15:41

En ningún lugar del mundo antiguo la ideología de la realeza alcanzó tal grado de desarrollo ni perduró tanto como en Egipto en el que pervivió por espacio de tres mil años. Siendo la monarquía egipcia una monarquía sagrada y siendo el rey un dios, la religión y la civilización egipcia no se entienden la una sin la otra. El monarca era el elemento básico de la concepción egipcia del universo, pero, ¿era un hombre o un dios?

En el presente trabajo trataré de abordar las concepciones egipcias de la realeza y la importante y controvertida figura del monarca, sintetizando las lecturas de esta segunda actividad de la asignatura y las respuestas que han dado a este dilema desde mediados del siglo XX relevantes egiptólogos como Frankfort, Posener o Silverman, representantes de las principales corrientes que han identificado el papel del rey como divinidad, como ser humano y como ser humano que representa una función divina.

La monarquía egipcia en su vertiente sagrada. El papel del rey como divinidad

La principal obra de la corriente historiográfica según la cual los egipcios tenían una concepción divina de la realeza es Kingship and the Gods, de H. Frankfort, publicado en 1948. Su concepción de la divinidad en Egipto presenta unas características muy singulares que han influido de manera considerable en todos los investigadores posteriores. Frankfort reconocía una recurrencia a tres manifestaciones de lo divino típicamente egipcias: el poder adscrito al sol, que simbolizaba la capacidad de creación; el poder de los animales, y en especial del ganado domesticado, que relacionaban con la idea de la procreación; el poder de la tierra, implicado en la posibilidad de resurrección. Estos conceptos hacen de la fuerza misteriosa de la vida el elemento básico de las creencias egipcias.

Función de la realeza en el plano terrenal

La teoría de la realeza implícita en la cosmogonía menfita es que la naturaleza no podía ser concebida sin el rey de Egipto. El faraón es el canal por el que fluyen sus poderes hacia la sociedad. La monarquía dual era la realización de un plan divino y el orden social se presentaba como parte del orden cósmico. Para Frankfort, la divinidad del rey es el centro de toda la vida concreta de la sociedad, de la que determina el comportamiento. Su obligación es el mantenimiento de la Maat, el orden universal.

Función de la realeza en el plano divino

La realeza se concibe en el plano de los dioses implicando a dos generaciones. El rey muerto es Osiris y su heredero, el nuevo rey que asciende al trono, Horus. Se reproduce así el mito de la muerte de Osiris, la posterior lucha cosmogónica de Horus y Seth y la victoria del primero, que hereda así el lugar de su padre. La muerte, por tanto, no destruye a los reyes, sino que hay una comunión mística entre padre e hijo en el momento de la sucesión, una unidad y continuidad del poder divino; los gobernantes individuales se funden en un colectivo, una corporación, conocida como los seguidores de Horus e incluso el monarca difunto seguía siendo de utilidad a la comunidad.

Esta era la opinión de los investigadores hasta finales de la década de 1950:  Los egipcios veían en su rey un dios auténtico, que trataba a los otros dioses como a sus iguales y los ritos de coronación y ascensión elevaban al faraón a la categoría de dios.

El rey como ser humano - El rey como ser humano que representa una función divina

Sin embargo, George Posener defendió en la década de 1960 una visión humana del faraón subrayando que la imagen del faraón viviente como rey-dios pudiera haber sido exagerada para acrecentar el aspecto divino de la realeza ya que en la literatura popular el rey no obraba milagros, no era invulnerable ni omnisciente ni aparecía descrito como un dios. El rey era considerado como servidor de los dioses y su identificación con diferentes divinidades podría no ser más que una hipérbole, según este autor.

La naturaleza dual del rey

En tiempos más recientes ha existido consenso en que las creencias religiosas y la concepción de la realeza son dos manifestaciones de una única forma coherente de entender las relaciones entre el hombre y la naturaleza. La forma característica que adoptó en Egipto esta dignidad real fue la monarquía dual. Así, desde una perspectiva humana, el rey era uno de los dioses. Pero desde una perspectiva divina, el rey era humano. Esta naturaleza dual del faraón en vida parece implícita en el serekh y en la titulatura regia. Esta dualidad conforma una visión de la monarquía egipcia en la que el faraón sería a la vez humano y divino. El rey representaba a los dioses ante su pueblo como un dios, y al pueblo de Egipto ante los dioses como un hombre.

Deificación del rey

Además, de su dualidad divina, y de su papel de nexo entre los dioses y la humanidad, en ciertos casos el propio rey parece haber sido deificado en vida y gobernar entre los dioses. Están bien documentados casos de deificación en vida de Amenofis III y Ramsés II durante el Imperio Nuevo (Dinastía XIX). En el caso de Amemofis III con la solarización de los grandes cultos egipcios y de la realeza, aunque estas personificaciones en vida del carácter divino de la realeza podrían responder más al ejercicio político de su autoridad que al propósito de trascender su naturaleza terrenal.

Desde comienzos del dinástico, la monarquía faraónica experimentó un progresivo proceso de solarización que comportó la asunción de las creencias solares heliopolitanas y el hecho de que el faraón empezara a ser considerado como el hijo del dios sol y consustancial con él. Se produce simultáneamente la sustitución de las mastabas por las pirámides en los enterramientos de los monarcas. Aunque probablemente el culto al sol debió existir en tiempos predinásticos. En la titulatura faraónica de Snefru, primer faraón de la cuarta dinastía, y padre de Keops, aparece el signo Horus de oro que representa una evidencia de la solarización de la persona del rey.

Conclusiones

La monarquía divina egipcia ha sido objeto de estudio, en tanto que gran civilización histórica, pero no se ha tenido en cuenta que el concepto de realeza divina en Egipto, en tanto que cultura africana, guarda numerosas similitudes con otras monarquías divinas africanas. La diferencia esencial de la monarquía egipcia con respecto al modelo mítico ancestral fue que para legitimar su papel político militar se hizo al rey consustancial con más de una divinidad. El dios-planta nutricia quedó como una forma divina del rey-padre-muerto, que siguió dispensando abundancia desde el más allá, mientras que el rey vivo se identificó con Horus, mantenedor de la armonía universal, pero a la vez implicado en un combate cósmico con las fuerzas del caos representadas por Seth.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

SHAFER, Byron E.

Religion in Ancient Egypt. New York. 1991

FRANKFORT, Henry

Reyes y dioses. Madrid, 1981.

Ancient Egyptian Religion. New York / Hagerstown / San Francisco / London, 1961 (ed. or.: New York, 1948).

POSENER, Georges

O'Connor, D., Silverman, D.P. Ancient Egyptian Kingship, Leiden, 1995.

De la divinité dupharaon. Paris, 1960.

 

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