
Joyce Marcus y Jeremy A. Sabloff abordan el urbanismo en el mundo antiguo, estudiando los patrones de asentamiento para realizar una aproximación al desarrollo y evolución de la organización de las ciudades. El concepto de ciudad está intrínsecamente ligado a cambios sociales, políticos, religiosos y económicos que responden a su fundación y funciones, vinculadas a sus redes comerciales y áreas de influencia.
En las ciudades-estado del periodo sumerio observamos que su arquitectura refleja el antagonismo de clases y las diferentes fortunas de sus habitantes, así como la estructura de poder establecida en torno al Palacio y al Templo. La propia concepción de ciudad-estado descansaba en la estrecha relación entre religión y poder político, aunque, al igual que su religión, esta íntima relación no fu estática, sino que sufrió una constante evolución a lo largo de su desarrollo histórico. Reflejo de esta evolución son la separación de las funciones de Rey-Sacerdote, y las diferentes concepciones en torno a las cosmogonías y teologías representadas por las escuelas de Nippur, Eridú, Shuruppak y Uruk. La cultura urbana de estas sociedades se caracterizó pues por el Templo y el Palacio, en torno a los cuales se desarrolló una compleja sociedad formada por hombres libres, mercaderes, artesanos, labradores, ganaderos, obreros metalúrgicos, etc., que arrendaban tierras y prestaban servicio al Templo y al Palacio. El aumento de la propiedad agrícola, y el crecimiento de la propiedad privada, así como la actividad comercial, dieron lugares a grandes transformaciones económicas y sociales que provocaron la necesidad de desarrollar un derecho escrito con el fin primordial de proteger a la clase dominante, pero también de mayores recursos, dando lugar al uso de la fuerza para extender su área de influencia territorial y obtener bienes de consumo, y el control de las rutas comerciales.
Pese a la gran cantidad de bibliografía sobre la materia, conocemos muy poco sobre la organización social, política, ideológica y religiosa de las culturas neolíticas del Oriente Próximo. El Elemento clave debió ser el Templo, centro religioso, y que lo fue también político y económico en sus orígenes. Su papel tuvo que ser clave en el origen y desarrollo de las ciudades mesopotámicas.
Fustel de Coulanges percibe la emergencia del urbanismo como la fase final de un proceso evolutivo en torno a la figura de un dios-protector; pero esta hipótesis se antoja sólo válida en parte porque la fundación de la ciudad responde principalmente a un fin económico[1].
- Gordon Childe (1950) y Lewis Munford (1961), así como posteriormente Leo. F. Schnore (1965) enumeran una serie de factores que describen las fases de evolución de la ciudad, en la que enfatizan el principio de centralidad que debería explicar los roles simbólico, económico y administrativo desempeñado por el centro de poder y su impacto centrípeto y centrífugo en el resto de fuerzas.
Respecto al origen de las ciudades V. Gordon Childe sostiene que está ligada al asentamiento próximo a los ríos, donde se practicaba la irrigación agrícola, y donde el excedente alimentario, permitió el sustento de una clase social dedicada a la administración, y a otras funciones especializadas. Bottero[2] señala la irrigación artificial y la llegada de los sumerios de oscuros orígenes, vagamente reflejados en la tradición legendaria de los “siete sabios” según la cual la obra civilizadora provino de seres extraños venidos del mar, como factores que dieron lugar al desarrollo de esta civilización. Oppenheim defiende que Mesopotamia se encuadra en el marco de aquellas civilizaciones agrícolas que se desarrollaron en el ámbito de los valles fluviales en el cuarto milenio antes de Cristo, pero que su entorno geográfico es muy distinto del que albergó la civilización del Nilo ya que no constituye una unidad natural.[3] Sin embargo, también la cultura egipcia fue consecuencia de su geografía y clima, y de sus procesos productivos que dieron lugar a su cultura y a su particular visión del mundo y en definitiva a su historia. El Nilo ha determinado la evolución de la cultura egipcia en todo lo esencial. El Nilo propició el desarrollo del arte de la irrigación, de la astronomía para determinar la subida y bajada de las inundaciones, de leyes y de la escritura jeroglífica siendo en definitiva el creador de un sistema político ordenado.
Algaze sostiene que las sociedades estatales del suroeste de Irán, el norte de Irak y Siria, y el sudeste de Turquía, surgieron sólo después de las sociedades estatales que se desarrollaron al amparo del Tigris y el Eúfrates, y en gran medida como reacción a las mismas[4], probablemente surgidas como consecuencia de las condiciones climáticas y geográficas que favorecieron la navegación fluvial y por ende el transporte de mercancías. La evidencia arqueológica sugiere, además, una función defensiva, ya que con frecuencia se constatan evidencias de zanjas, fosos, empalizadas o muros. En al menos algunos casos la ciudad es representada como un símbolo sagrado. En otros, parte de su arquitectura, cumpliría esta función; como los zigurats, representación cultural de la montaña primordial[5], o representación en miniatura del universo.
Joyce Marcus y Jeremy A. Sabloff concluyen que la seguridad y la necesidad de defensa de la población, los beneficios económicos de la producción artesanal, la promoción de la religión a través de cosmogramas urbanos, y la legitimación de las instituciones sociopolíticas jugaron un rol mayor o menor en diferentes momentos y lugares, subrayando que la concentración de diversas funciones, servicios, y actividades en los nuevos centros urbanos, pudo ser un factor de atracción para la migración a estos asentamientos urbanos. Por último, ambos autores plantean que separar el concepto de ciudad de su territorio de influencia puede ser útil heurísticamente para la creación de una categoría de ciudad, pero no se ajustaría a la realidad ni a su contexto socio-histórico ya que la pertenencia del individuo a un grupo venía determinada por su dependencia de un poder religioso y político determinado.
La sinergia creada por las condiciones anteriormente descritas, provocó la aparición de nuevas formas de organización y de control social. Algaze afirma que la geografía y el medioambiente fueron claves en la formación de estas sociedades, pero aclara que no en un estricto sentido determinista, sino como factor que propició la utilización del comercio para favorecer su desarrollo y la evolución de su complejo sistema cultural, económico y político. El papel central del comercio queda reflejado en la función económica original de sus sistemas más antiguos de escritura, en contraposición a la función política o religiosa que tuvo en otras civilizaciones, sin obviar la trascendencia de la escritura como instrumento de poder y en definitiva como pilar esencial de la civilización sin cuyo concurso no hubiera sido posible su desarrollo ni su estabilidad social, política, económica, religiosa, y jurídica. Se constata, asimismo, en la evolución política de sus ciudades-estado, ligada principalmente a su desarrollo comercial, y no tanto a la actividad bélica como se observa en otras civilizaciones del Próximo Oriente, como pueda ser el caso de Egipto.
Sin embargo, Algaze reconoce el papel central que debió tener la religión en las transformaciones que dieron lugar a la civilización mesopotámica. Como señala Schoep[6], el modelo Palacio-Templo es recurrente en las sociedades de la Edad de Bronce en el Mediterráneo Oriental. Incluso en las sociedades teocráticas, donde la autoridad política y religiosa la ejerce un solo individuo, se da una separación de los edificios dedicados al poder político y al poder sagrado.
Por último y respecto a la ideología que sustentó las formas de control y poder, cabe destacar que, prevalecen las relaciones espaciales respecto al centro de poder, situando a éste como el eje central del mundo. Liverani analiza el modo en que los antiguos expresaban la idea de dominio universal diferenciando aquellas formas en la que la totalidad es reflejada como una unidad indiferenciada (rey del universo) de aquellas otras en las que es dividida en partes estructuradas[7]. Destaca la división bipartita (centro y periferia), siendo también divisoria bipartita la delimitación natural del Nilo o del Tigris y el Eufrates, que marcaron el desarrollo de estas civilizaciones hidráulicas y que expresan implícitamente la idea de que la unión de los contrarios conforma la totalidad, identificada posteriormente con la división cuatripartita que coincide con los cuatro puntos cardinales.
A esta cosmovisión responde la evolución del concepto de ciudad-estado al concepto teórico de dominio universal que dará lugar a una realidad política determinada conformando una ideología centralista e imperialista donde la concepción de la realeza reafirmará su papel de intermediario entre los hombres y los dioses. De este modo, el Estado domina el tiempo y el espacio, dando lugar a una construcción cultural en la que la estabilidad del mundo debía ser preservada mediante el mantenimiento de sus divinidades y en la que el concepto de realeza se encuentra profundamente entrelazado con sus creencias religiosas. Esta cosmovisión no está en disposición de favorecer un orden político distinto del de la monarquía o una solución política distinta de la del imperio universal.
La concepción sumeria de la ciudad-estado dará pues paso a la generalización de la idea de dominio universal y de la geografía de poder que tendrá lugar durante el imperio acadio (2335-2193) bajo el reinado de Sargón de Acad, Naram-Sîn y Sharkalisharri, teniendo lugar campañas militares de prestigio que harán ganar peso a la realeza y la dotarán de una legitimación teocrática, dando lugar a la divinización del monarca que, se instauró por primera vez con Naram Sîn (2254-2218 a.C.), desconocida en la época anterior.
La consecuencia geopolítica derivada del concepto de imperio universal se tradujo en una acción política continuada para hacer frente a sus amenazas exteriores, resolver sus inestabilidades internas y fortalecer sus economías con el control de las rutas comerciales y los puertos fluviales que daban acceso al Éufrates tanto por su valor económico como por su situación estratégica, así como por el control del corredor sirio-palestino.
[1] Marcus, J. y J.A. Sabloff (2008). “ Introduction”, en J. Marcus y J.A: Sabloff, eds. The Ancient City. New Perspectives on Urbanism in the Old and New World. Santa Fe: School for Advanced Research Press. 3-26.
[2] Bottéro, J. (2001). La religión más antigua: Mesopotamia. Madrid: Trotta.
[3] Oppenheim, A. L. (2003). La antigua Mesopotamia. Retrato de una civilización extinguida. Madrid: Gredos.
[4]Algaze, G. (1993). El sistema mundial de Uruk: La dinámica de la expansión de la civilización mesopotámica temprana. Chicago. University of Chicago Press. 42,1: 199-233.
[5] Vázquez Hoys A.M. (2003) Arcana Mágica. Diccionario de símbolos y términos mágicos. Madrid: UNED Ediciones. ISBN: 84-362-4269-6
[6]Schoep, Ilse (2010). “The Minoan ‘Palace-Temple’ Reconsidered: A Critical Assessment of the Spatial Concentration of Political, Religious and Economic Power in Bronze Age Crete”, Journal of Mediterranean Archaeology 23.2: 219-244.
[7] Liverani, M., 2003: "El dominio universal", en: Relaciones Internacionales en el Próximo Oriente Antiguo, 1600-1100 a.C. Bellaterra, pp. 51-53.
Bibliografía:
Algaze, Guillermo (2001). “Inicial Social Complexity in Southwestern Asia. The Mesopotamian Advantage” Current Anthropology, 42,1: 199-233.
Bottéro, J. (2001). La religión más antigua: Mesopotamia. Madrid: Trotta.
Liverani, M., 2003: "El dominio universal", en: Relaciones Internacionales en el Próximo Oriente Antiguo, 1600-1100 a.C. Bellaterra, pp. 51-53.
Marcus, J. y J.A. Sabloff (2008). “ Introduction”, en J. Marcus y J.A: Sabloff, eds. The Ancient City. New Perspectives on Urbanism in the Old and New World. Santa Fe: School for Advanced Research Press: 3-26.
Oppenheim, A. L. (2003). La antigua Mesopotamia. Retrato de una civilización extinguida. Madrid: Gredos.
Schoep, Ilse (2010). “The Minoan ‘Palace-Temple’ Reconsidered: A Critical Assessment of the Spatial Concentration of Political, Religious and Economic Power in Bronze Age Crete”, Journal of Mediterranean Archaeology 23.2: 219-244.
Vázquez Hoys A.M. (2003) Arcana Mágica. Diccionario de símbolos y términos mágicos. Madrid: UNED Ediciones. ISBN: 84-362-4269-6.
Añadir comentario
Comentarios