
Tebes trata de demostrar que la génesis de la evidencia (en su mayoría bíblica) sobre los orígenes del culto de Yahvé forma parte de un proceso de larga duración dentro de la historia de varios milenios de prácticas de culto y creencias de los pueblos locales, en vez de radicar en movimientos de personas desde las regiones meridionales hacia Canaán, en la Edad del Hierro temprano, como sostienen otras hipótesis.
Si abordamos las prácticas de culto atestiguadas en el Levante antes del año 1000 a. C. aproximadamente, podemos observar que los pueblos locales practicaban lo que puede denominarse una religión de desierto, caracterizada por la utilización de santuarios al aire libre. Algunos de estos santuarios están delimitados por rocas, alrededor de un patio interno, otros consisten meramente en un apilamiento de rocas en la cima de una colina (lo que la Biblia llama bamot), en otros aparecen piedras en posición vertical alineadas en forma recta, curva o circular (las mazzebot bíblicas), mientras que otros son espacios en las grietas de acantilados rocosos. Las Piedras erguidas, estarían muy probablemente relacionadas con la naturaleza anicónica del culto de los pueblos locales. La iconografía cúltica aparece fundamentalmente en el arte rupestre y en las cerámicas utilizadas por estos pueblos. Tebes afirma que la Edad del Bronce Tardío (ca. 1550-1150 a. C.) fue muy importante en la conformación de las prácticas de culto porque en este periodo se producen cambios considerables en la cultura material, como producto tanto de la evolución interna como de la influencia de otras religiones. Tanto por razones estratégicas como económicas esta región atrajo el interés de los estados sedentarios vecinos, tales como el antiguo Israel y Judá, y también de imperios centralizados como Egipto, Asiria y Babilonia. Es por ello que podemos ver diferentes fases históricas durante la Edad del Bronce Tardío y comienzos de la Edad del Hierro, algunas determinadas por la hegemonía de ciertas potencias regionales, pero otras caracterizadas por la preponderancia de tribus locales, en estado “nomádico” o ya sedentarizadas.
Existe una línea de investigación en los estudios bíblicos, que sugiere que el culto de Yahvé se originó en las zonas desérticas al sur de Palestina. La mayoría de las pruebas que se aducen son varios textos bíblicos, especialmente aquellos que narran la estadía de Moisés en Midian y algunos textos poéticos que relacionan a Yahvé con sitios del Negev o Edom. De hecho, la primera mención de Yahvé en una fuente histórica no proviene de Palestina, sino de Egipto, y son dos inscripciones de templos de Amenofis III y Ramsés II que mencionan a Yahvé asociándolo con los Shasu. El Yahvismo le debe a las zonas meridionales elementos como el aniconismo, la importancia de los mazzebot, la imaginería bíblica que relaciona a Yahvé con la guerra y la caza, así como con la metalurgia. La práctica de la peregrinación es otra de las evidencias más comprobables arqueológicamente de la influencia del culto meridional en la religión israelita.
Tebes sostiene que el culto a Yahvé se produjo como fruto de un flujo continuo de tradiciones culturales y creencias religiosas entre los israelitas y los grupos autóctonos del sur, donde ambos pueblos se influenciaron mutuamente en un proceso complejo y multifacético. Tebes defiende la importancia de la influencia del culto meridional en la religión israelita, así como la influencia de las religiones externas. En este sentido, Tebes señala que en contra de lo que defiende la hipótesis madianita-quenita, es sólo en el Periodo de Contacto Temprano cuando las prácticas cúlticas del sur comenzaron a ser conocidas y adoptadas por la población de Judá. Durante el Período de Contacto Tardío, la adopción de prácticas de culto foráneas fue paralela a la emergencia del comercio del sur de Arabia, lo que favoreció el intercambio bidireccional de tradiciones religiosas y prácticas cúlticas entre la población judaica y sur-transjordana, dando lugar a un periodo caracterizado por el mayor desarrollo del estado en Judá y del aparato administrativo y del Templo. Sin embargo, Tebes concluye que la naturaleza, fases y características del yahvismo son mera cuestión de conjeturas, más aún cuando el culto a Yahvé, como sabemos, es el resultado de varios siglos de evolución en Palestina, con las viejas tradiciones del sur siendo adaptadas, combinadas y vueltas a configurar con otros elementos siro-palestinenses y egipcianizantes. De este modo, aunque tradicionalmente se creía que el Yahvismo se desarrolló desde un comienzo como una religión monoteísta, ya sea por la misma dinámica interna de la religión israelita o debido a la influencia de la reforma de Akhenatón en Egipto, es probable que el Yahvismo naciese inicialmente como una religión politeísta en un entorno absolutamente politeísta, como lo eran las religiones cananeas de la Edad del Bronce Tardío. En un proceso que duró varios siglos, el culto de Yahvé fue desplazando progresivamente al culto de dioses cananeos como Baal, o adoptando las característicos de otros, como el dios El.
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