
Las menciones más antiguas del mito de Osiris se encuentran en los Textos de las Pirámides inscritos durante el siglo xxv a. C. Según la leyenda, Seth, celoso de Osiris, lo asesina y desmembra su cuerpo en varias partes, esparciéndolas por todo Egipto. Isis, la esposa y hermana de Osiris, junto con su hermana Neftis, buscan y recolectan cada fragmento del cuerpo de Osiris. Con la ayuda del dios Anubis, logran revivirlo brevemente, lo suficiente para concebir a Horus, quien más tarde vengaría a su padre.
Este mito es fundamental en la religión egipcia, ya que Osiris se convierte en el símbolo de la muerte y la resurrección. Su ciclo de muerte y renacimiento refleja el ciclo anual del Nilo, vital para la agricultura y la supervivencia de Egipto. El mito es esencial para las concepciones egipcias sobre el reino y su sucesión, el conflicto entre el orden y el desorden y, especialmente, la muerte y la vida eterna. El mito aborda uno de los fundamentos de la mitología egipcia: la vida eterna, la muerte y resurrección, la vida terrenal como una fase más de la existencia, no como el final, ni el principio. Esta inmortalidad, concedida inicialmente a los dioses, fue extendida posteriormente a todos los egipcios, a través de relatos como el de Isis y Osiris.
La figura de Osiris no solo fue venerada en Egipto, sino que también tuvo un impacto significativo en otras culturas y religiones del Mediterráneo antiguo. El mito traspasó las fronteras de Egipto y llegó a la permeable Grecia. La etapa de esplendor de la expansión del mito de Isis y Osiris llegó durante el Imperio Romano en el cual símbolos y deidades como el Sol o Mitra se amalgamaron sincréticamente con el credo grecolatino. En el caso de Isis se conservan dos fuentes fiables, De Isis y Osiris, de Plutarco, y Las metamorfosis, del escritor romano Lucio Apuleyo. La iniciación en los misterios de Isis no arraigó en el Egipto romanizado, pero fue muy habitual en Italia, Grecia, Hispania, Anatolia e incluso en la Arabia preislámica. La expansión del cristianismo, en especial a partir del reinado de Constantino, inició un proceso de doble filo sobre el culto a la diosa egipcia. Por un lado, todo culto pagano fue severamente perseguido. Pero, por otro lado, el culto a otras deidades, ciertas festividades y costumbres fueron adaptadas al Cristianismo. En el periodo de la Ilustración, creció el interés por el Antiguo Egipto. La expedición científica de Napoleón Bonaparte a tierras del Nilo en 1798, el descubrimiento de la Piedra Rosetta y los posteriores avances en la investigación de esta milenaria cultura, nos han legado un mejor conocimiento de la civilización egipcia y de sus mitos, una de las primeras y más deslumbrantes en la historia de la humanidad.
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